S
i la primera parte de Trenque Lauquen (Laura Citarella, 2022) ofrecía, en tono documental, la historia de la búsqueda emprendida por dos hombres en el pueblo argentino cuyo nombre adopta el título de la cinta, para ubicar el paradero de Laura (Laura Paredes), la mujer que ambos aman y que ha desaparecido misteriosamente, la segunda parte se aparta progresivamente del tono realista de aquel relato de misterio e incursiona ahora en un terreno más hermético aún, por momentos fantástico. Laura prosigue su investigación sobre personajes de mujeres emancipadas, e incluye la leyenda medieval inglesa de una Lady Godiva que desafió las convenciones de su tiempo al cabalgar desnuda, provocando la ceguera del sastre Tom –peeping Tom o primer mirón de la historia–, quien se atrevió a observarla mientras todo el pueblo cerraba sus puertas y ventanas.
Nuevas incursiones en el pasado remiten a la faena de Laura de descifrar, junto con Ezequiel, su enamorado, los misteriosos mensajes encerrados entre las páginas de libros viejos, y seguir explorando las vidas de Carmen Zena y Paolo Bertino, dos personajes románticos que les intrigan particularmente y que mantienen muy presentes. Como si se tratara de seguir las ramificaciones de un mítico árbol genealógico, Laura va desentrañando otros misterios familiares, inquietantes historias de fantasmas, hasta culminar en un trastocamiento o mistificación de su propia identidad, también la de su amante Ezequiel y, en menor medida, la de Rafael, su compañero más maduro –ese triángulo amoroso imperfecto. Mientras tanto, en la laguna que da nombre a la ciudad, ha hecho su aparición un monstruo legendario, el Yacaré, al que nadie ve pero de quien todo mundo habla, y que hechiza la existencia de otro personaje, Elisa Esperanza, una mujer embarazada, y de una compañera suya, las dos espiadas por una Laura al acecho siempre de hallazgos nuevos. O la búsqueda misma de la directora Laura Citarella que con este elemento fantástico abre paso a otros relatos circulares de emancipación y de locura.
Una fotografía formidable y una pista musical que combina piezas clásicas y baladas populares transforman este caudal de anécdotas enigmáticas en una experiencia sensorial única. En el haz de historias entrelazadas, el relato original se prolonga y diversifica continuamente, retornando siempre a su punto de partida para retomar cauces imprevistos según la voluntad y el capricho de nuevos públicos o de viejos lectores. Trenque Lauquen, lección magistral de una arriesgada narrativa fílmica.
Se exhibe en la sala 10 de la Cineteca Nacional a las 12:30 y 18:00 horas.