Entusiasmadas con el neoliberalismo autorregulado y autoridades omisas o en combinación, en casi tres décadas las dos últimas empresas de la Plaza de Toros México descuidaron la lealtad del público y persistieron en una pobre oferta de espectáculo, facilitando el camino al antitaurinismo. Hoy, con la arbitraria prohibición de un juez con toga de compasivo y diversas violaciones al debido proceso, no se sabe si los beneficiados son los demandantes o los demandados.