Si bien la directora mexicana Natalia Beristáin había trabajado en un registro intimista en sus anteriores trabajos – No quiero dormir sola (2012), Los adioses (2017)– ahora en Ruido, su tercer largometraje, lo ha hecho sobre un lienzo mucho más amplio, enfocando uno de los problemas más apremiantes de nuestro país, la desaparición de personas. (De hecho, después de Sin señas particulares, 2020, de Fernanda Valadez, y La civil, 2021, de la rumana Teodora Mihai, esta película cierra una importante trilogía dirigida por mujeres, sobre esa crisis).