▲ Spielberg durante la filmación de Los Fabelman. Foto Ap
D
ecir que Los Fabelman es la película más personal de Steven Spielberg es caer en una obviedad. Desde su intento de hacer una especie de autobiografía, con los nombres cambiados, era evidente la exploración de su vida familiar. Según esto, la vida verdadera del pequeño Sammy Fabelman (Mateo Zoryan) comenzó en un momento clave de 1952, cuando fue llevado al cine por primera vez para ver El espectáculo más grande del mundo (Cecil B. de Mille).
Antes de entrar a la sala, su padre, el científico Burt (Paul Dano), le explica la parte técnica del cine, mientras su madre, Mitzi (Michelle Williams), se concentra en el lado emotivo. Esa dicotomía heredada/aprendida será fundamental en su formación. El niño queda fascinado sobre todo por la escena en que un tren arrolla a un automóvil y choca con otro tren, provocando un espectacular descarrilamiento. Tan fascinado, que intentará recrear ese momento con un tren de juguete y el instrumento mágico, una cámara paterna de 8 milímetros.
A partir de dicha instancia, Sammy utilizará la cámara para aprender sus secretos. Ya adolescente (Gabriel LaBelle), el uso de una moviola amateur le permitirá un empleo más sofisticado y la recreación de sus películas favoritas –un western, una aventura bélica– cada vez más empeñosa, utilizando como actores a sus compañeros Boy Scouts. También hará una home movie de un viaje al campo. La revisión minuciosa de ese pietaje le revelará un doloroso secreto familiar. Técnica y emoción se juntarán nuevamente.
Los Fabelman revela la esencia del cine de Spielberg: la recreación del cine favorito de su infancia. De técnica impecable, blockbusters como Tiburón (1975), Encuentros cercanos del tercer tipo (1977) y Los cazadores del arca perdida (1981) entre otros, evidenciaron una inmadurez emocional que le daría al joven cineasta la fama de ser un niñote maravilla. Tardaría mucho para que Spielberg acometiera películas de tema adulto –La lista de Schindler (1993), Munich (2005), quizá su mejor obra a la fecha, y Lincoln (2012)– convirtiéndolo, finalmente, en un autor completo.
Por otra parte, es notable como Los Fabelman evita tanto la nostalgia como el sentimentalismo, dos cualidades muy asociadas con su cine. A pesar del conflicto que estalla en el seno de una familia muy normal
, Spielberg lo trata con pinzas, sin adentrarse mucho en el deseo de su madre –Williams, por cierto, se sobreactúa en su interpretación de un espíritu libre–, en contraste con el estoicismo pragmático de su padre –un Dano soberbio en su sutileza. La introspección sigue evadiendo al cineasta.
El último tercio de la película es la más redonda, al situar a Sammy en una prepa californiana poblada de wasps (protestante blanco y anglosajón) , donde enfrentará por vez primera al antisemitismo. Con un remate genial en el cual el joven recibirá una lección inolvidable de John Ford, considerado el mejor director de la historia (no les digo quién lo interpreta, pero es un golpe maestro de casting), Los Fabelman queda como un tributo amoroso al medio, aquejado por un melodrama que no se atreve a decir su nombre.
Los Fabelmans
(The Fabelmans)
D: Steven Spielberg/ G: Steven Spielberg y Tony Kushner/ F. en C: Janusz Kaminski/ M: John Williams/ Ed: Sarah Broshar, Michael Kahn/ Con: Michelle Williams, Paul Dano, Seth Rogen, Gabriel LaBelle, Mateo Zoryan/ P: Amblin Entertainment, Amblin Partners, Reliance Entertainment, Universal Pictures. Estados Unidos, 2022.
Twitter: @walyder