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En la industria de la música, las mujeres la tenemos más difícil, comparte Judith Mateo

En la industria de la música, las mujeres la tenemos más difícil, comparte Judith Mateo

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▲ La polifacética cantautora, en dos de sus conciertos.Foto cortesía de la artista

Juan José Olivares

 

Periódico La Jornada
Miércoles 8 de marzo de 2023, p. 7

Judith Mateo es un dínamo cuyos giros son impulsados por la fuerza de la música, que la ha llevado a no detenerse.

A los siete años comenzó su amor por el violín, al que se acercó en el Conservatorio. Desde entonces, no hay un solo día en que no practique con su instrumento. “Es parte de mí. Llevo más años de mi vida tocándolo que sin hacerlo. Me voy de viaje y me lo llevo, aunque vaya de vacaciones. Hay que practicar a diario y ser su ‘esclavo’, lo que es gratificante. Tienes una relación íntima con tu instrumento, de amor-odio”, afirma en una entrevista con La Jornada.

Judith Mateo, quien se inició con el violín tradicional y ahora es una maestra del eléctrico, tiene más de dos décadas como profesional. Ha editado ocho discos, en los que se pueden encontrar eclécticos covers, mezclas de música celta con folk, piezas clásicas aderezadas con ritmos roqueros o de pop… exploraciones que llama burradas innovadoras… cada que las hago, investigo mucho.

Es una rock star, una ejecutante intensa que ha ofrecido más de 400 conciertos; también es jurado en concursos de música, tiene su propio programa de radio, ha escrito un libro y es una partisana contra el patriarcado y machismo que imperan en la industria musical. Ha denunciado el hecho: las mujeres instrumentistas existen. Pero la verdad es que las mujeres la tenemos más complicada que los hombres, asesta la artista manchega.

A la hora de ir creciendo como profesional, o eres famosa y tienes a 40 personas haciendo tus cosas personales o esto de seguir en la industria es imposible. La carrera artística te absorbe y llega un momento en el que tienes que decidir. De verdad que es difícil para las mujeres. Una vez en Madrid intenté hacer una banda con puras instrumentistas y me fue imposible encontrar a profesionales. Me di cuenta de que al llegar a un límite se habían retirado para hacer sus familias y poder tocar menos, comparte.

Los gobiernos no fomentan la cultura musical, argumenta, y de eso me quejo siempre, porque veo que en algunos lugares hay leyes de género, como en Argentina e Inglaterra, países en los que existe una cuota de contratación de al menos 50 por ciento para mujeres en festivales institucionales. Esa inciativa se tendría que hacer en todos lados. La pregunta es ¿por qué se profesionalizan más los hombres que las mujeres? Llegué a la conclusión de que la mujer tiene que abandonar para dedicarse a su familia.

Otro tema para ella es el de la falta de una promoción a la cultura musical. Comenta que en España, cuando le preguntan a qué se dedica, y ella responde que es violinista, le reviran diciendo que ese oficio es para el tiempo libre. “Estuve viviendo en Irlanda, donde hay una gran cultura musical; me hacían la misma pregunta y al responderles, lo que me comentaban era: ‘qué envidia’”.

Desde Vivaldi hasta U2

A lo largo de su andar, Judith ha interpretado desde Vivaldi hasta U2, siempre con la idea de tocar sentimientos y seguir diciendo al mundo que las mujeres dedicadas a la música aquí están y que cada vez son más visibles. Sin embargo, sabe que falta mucho camino por recorrer. En España cuesta el doble de trabajo destacar haciendo lo que yo hago y más allá de queja es una descripción del atraso cultural a nivel mundial, añade.

Judith Mateo tira p’alante y trae bajo el brazo su octava placa: Violinarte, con temas inéditos, como en el que participa la mexicana Cecilia Toussaint cantando El gran cielo, que se une a otras 10 piezas en las que tienen cabida las leyendas manchegas, como La encantá; el feminismo con Techo de cristal, o sus referencias a la música disco con Fiesta y La Luna; incluyó una versión de Palomitas de maíz, de Gershon Kingsley, quien utilizó un característico sintetizador Moog. El disco fue producido por Bob Painter y cuenta también con las voces juveniles del Chicago’s Children Choir, Patry Aguilar, Carolina Padró y el aragonés Chuse Joven, cantante acostumbrado de Judith y su pareja de amor.

La proyección internacional de Mateo comenzó en Irlanda, donde pasó tres años nutriéndose con música tradicional de allá. Hoy día, la mezcla de sus raíces, el tecnicismo del clásico y sus investigaciones se plasman en sus presentaciones, donde brillan sus covers y sus fusiones locas.

La música de Mateo es desafiante y lo deja claro en Radiestesia, álbum que transgredía lo convencional dándole una vuelta a la música clásica, inyectándola al rock, al funk y al pop, a la celta, que ha ido plasmando en títulos de álbumes como Tir Nan Og, Mientras el cielo no se caiga, Ashes, Celebration days, Rock Is My Life y El alma de un violín.

Fue una de las primeras en hacer versiones clásicas en rock, pero le ha costado mucho. Cuando era pequeña sólo tenía a (los grupos) Mago de Oz y Celtas Cortos, que usaban el violín en el rock. En ese momento me dije que sí se podía tocar otro género que no fuera el clásico, aunque cuando crecí supe que no había una sola mujer tocando ese instrumento. Entonces, mi carrera ha sido de pico y pala, de prueba y error.

La técnica es de clásico

–¿Cuál es la diferencia entre el eléctrico y el clásico?

–Para el eléctrico, primero hay que comprar equipo (como de guitarra, no hay para violín). La técnica es de clásico, en la que te enseñan a coger el arco, la posición, pero al tocar con el enchufado, la primera impresión que te llevas es que el sonido no va a tu oreja, viene de un amplificador. Lo bueno del eléctrico, es que tiene pedales con los que puedes meter efectos. Comencé a usarlo porque me di cuenta de que con el clásico no podía competir”, pues el sonido para un concierto en vivo está conectado sólo a un micrófono.

Judith es honesta, hiperactiva y con sentido social. Lleva más de 15 años apoyando la causa del segregado pueblo saharaui. Ayuda como puede. Ha tocado unas cinco veces en los campamentos de refugiados y ha dado cobijo en su casa, durante los veranos, a niños saharauis. Lo ha hecho porque en España existe un programa del gobierno para dar asilo momentáneo a niños de ese pueblo.

Explica el porqué se adentra en ese movimiento: “El Sahara era la provincia 53 española. En el tiempo de Francisco Franco, el país decide abandonarla, pero no termina de hacer el papeleo formal firmando para descolonizar la provincia y liberarla. Como no se ha hecho bien, los saharauis viven como refugiados en territorio de Argelia, mas no en el antiguo Sahara, que era de Marruecos. Esta nación los persigue y tienen que seguir viviendo en casas mal hechas en las que no hay agua corriente. Beben y comen de la Cruz Roja, etcétera… es heavy la situación. España lo que hace es que en vacaciones de verano los trae con voluntarios (como yo) para ayudarles en dos meses y que puedan volver en el invierno a su tierra”.

Ha dado asilo a cuatro de esos niños. A nosotros nos tocó una buena situación, pero nos podría tocar aquella (las de los saharauis), o cualquier otra.

Mateo es polifacética, pues también es conductora de televisión y hasta escritora. Publicó en editorial Planeta 101 canciones con las que alguien se ligaría a cualquiera. No hay mejor tema de conversación que la música, sobre todo cuando no conoces demasiado a una persona para romper esa barrera, ha dicho de ese material que narra las anécdotas de la autora con las rolas escogidas por ella, que ayudan, en su opinión, a disfrutar de la lectura y descubrir nueva música.

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