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Mon Laferte y Mujeres del Viento Florido llevaron a un viaje por la sierra Mixe

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▲ Laferte, acompañada de 48 oaxaqueñas, lideradas por Leticia Gallardo, interpretó piezas de ella y de autores como Macedonio Alcalá, Juan Gabriel y Chavela Vargas.Foto cortesía del Inbal y Yazmín Ortega Cortés

Juan José Olivares

 

Periódico La Jornada
Lunes 11 de diciembre de 2023, p. 7

Aires de océano originados por Viña del Mar, Chile, que desde hace 16 años confluyen en las alturas de la Ciudad de México, se unieron con los vientos que corren por la sierra Mixe de Oaxaca.

Nos referimos a los que levantan enaguas por los rumbos de Santa María Tlahuitoltepec, pero también por otros lares de esa bella entidad mexicana. Juntos crearon un huracán cuya potencia doblegó cuerpos, mentes y almas de unas mil 500 personas.

Sirva el sentido figurado para escuetamente describir lo sucedido la noche del sábado en el recinto más importante del país: el Palacio de Bellas Artes, donde mujeres artistas dedicadas a la música regalaron un concierto de encanto, pleno de entrega.

Nos referimos a la dosis para el espíritu que porporcionaron la cantante y compositora chileno-mexicana Mon Laferte, la directora mixe Leticia Gallardo y 48 hermosas mujeres de la sierra oaxaqueña y de otros rincones de la entidad que integran la banda regional Mujeres del Viento Florido.

Lo hicieron con 20 piezas, de autores como Macedonio Alcalá, Juan Gabriel, José López Alavez, Chavela Vargas y Norma Monserrat Bustamante Laferte (nombre real de Mon) cantadas e interpretadas con las vísceras en la mano, sobre todo con el órgano que palpita, riega la sangre y que fue el boleto de viaje para llevar al respetable a tierras altas con neblina, donde el viento frío se palia con amor.

Mujeres dedicadas a traducir esa energía universal llamada música, convocaron al elixir de la vida en el recinto de mármol por medio de notas emitidas con voces y con instrumentos como clarinetes, flautas, flautines, sax sopranos, sax, altos, sax tenores, trompetas, trombones, saxores, tubas y percusiones, los que usa este combo único por el que han pasado unas 100 artistas de la región.

Se trató de una presentación basada en la dopamina que se diseminó por unas dos horas en el teatro, en las que se pudieron escuchar los te amo, las amamos y vivan las mujeres…

Ellas dirigieron una travesía por el México lindo y querido, ése que se ha entregado a la combativa artista desde hace 16 años que vino a la capital del país, guitarra en mano, buscando un futuro que se solidifica con este ecléctico show, que seguro cambiará la vida y la carrera de la gran Mon Laferte.

Con su estético estruendo de metales, Mujeres del Viento Florido abrazó la potencia sonora y sublime voz de Norma Monserrat, quien vive dentro de una artista que en el teatro pintado de rojo interpretó a otros y se reinterpretó a sí misma, entregando el corazón, el cual los presentes, incluso, pudieron tocar con todo y sus palpitaciones traducidas en honesta entrega. Mon padeció una gripe cinco días antes del concierto (quizá fue por la emoción de estar aquí), pero no fue impedimento para embolsarse a quien incluso estaba escéptico de su show.

La agrupación, cuyo nombre proviene de la lengua materna de las comunidades mixe, el ayuuk, y que significa palabra florida, hizo lo suyo y la belleza de sus integrantes, incluida una niña de 10 años, pudo sentirse de manera acústica para abrir las puertas de la percepción.

Las músicas fueron dirigidas por la maestra Leticia Gallardo Martínez, una líder chingona nacida en Oaxaca en 1976, licenciada en artes por el Instituto de los Mexicanos en el Exterior. Ellas han editado dos discos: el primero, Mujeres, inspirado en sus experiencias como banda femenil, y Viento florido, un homenaje a compositores tradicionales oaxaqueños.

Durante el concierto Mon compartió que las conoció una vez que éstas tocaban en Tepoztlán, Morelos; las invitó a participar en una de sus composiciones, Se va la vida, hermosa canción dedicada a las presas de la cárcel de Valparaíso, su tierra de origen y de ahí, para delante son un todo que ha pasado por escenarios como el Lincoln Center de Nueva York.

Inolvidable ágape

Mon y las mujeres de esta agrupación –que se originó en la sierra Mixe, pero que ahora se nutre de chicas de otras culturas de Oaxaca como la mixteca, zapoteca, mazateca y zoque– trasladaron al auditorio a un ágape colorido inolvidable. Empuñaron su voz y sus metales para gritar: que vivan las mujeres.

Mon, hermana, ya eres mexicana, le gritaron sus seguidoras. Y ella correspondió con …y sí, orgullosa de estar naturalizada mexicana desde hace un tiempo.

A las 20 horas, los policromáticos vestidos tradicionales de las intérpretes de Oaxaca y el brillo de los metales anunciaban el inicio. Y las primeras notas de Dios nunca muere (clásico de Macedonio Alcalá) y Canción mixteca (de López Alavez) eran acompañadas con el aplauso. Una feliz Mon Laferte, ataviada de ajuar negro, invitaba a volar con ellas con La trenza y El cristal, de su autoría pero con estupendos arreglos sustentados en el poder de los silencios que arrullaban como loops de olas de mar.

Tomó un “break para que entrarán los que llegaron tarde… y para hacer pipí”, dijo. Regresó con Yo te qui, Pa dónde se fue y Te juro que volveré, majestousa rola (de su disco nuevo, Autopoiética, el número ocho de la cantautora), dedicada a su abuela y que habla de la migración… de su migración.

Se me va a quemar el corazón llegó en forma de corrido. Les gusta llorar ¿verdad?, comentó a su público la ganadora de premios Grammy, a quien con cualquier pretexto o movimiento, su auditorio le expresaba su amor. Calaveras y Vendaval, de sus primeras placas, siguieron con el carnaval.

Una pieza triste para reír fue la irónica Se va la vida, que antecedió al silencio y un comentario posterior: “lo más importante que he hecho en mi vida es ceder el lugar (en un concierto) para que una compositora y cantante mexicana interpretara un himno, aún necesario. Me refiero a Canción sin miedo, de Vivir Quintana”. Y a pocos no se les erizó la dermis. La acompañaron en coro, incluida la voz de la propia directora de la orquesta, la maestra Leticia, cantando en ayuuk.

La siguiente canción que interpretó se la escribió a su madre, Te vi, y a Mon poco le faltó para humedecer sus grandes ojos, que todo lo ven.

No faltaron los homenajes a dos grandes artistas. La primera a la que rindió pleitesía decía: los mexicanos nacemos donde se nos da la rechingada gana. Es decir, Chavela Vargas, de quien cantó María Tepozteca, y al querido Juan Gabriel, quien estuvo en este escenario a la misma edad que yo, a los 40 años. Y luego sonó a modo de fiesta Hasta que te conocí, que también todos cantaron, tanto como sus éxitos: Amor completo, Mi buen amor, Tu falta de querer y Tormento, completando una elevada narración sonora, que se selló con un estruendoso aplauso que se escuchó hasta la avenida Lázaro Cárdenas.

Al final, todas las creativas se inclinaron ante el público y éste ante ellas, no sin antes pedir otra, otra, que tuvo que ser Dios nunca muere; repetiremos porque eran todas las que habíamos ensayado, se sinceró Mon, quien ahora, junto con Mujeres del Viento Florido, escribe una exquisita página en la historia de los conciertos de música popular en Bellas Artes.

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