E
n su primera edición pospandemia, el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) reiteró las virtudes que lo han hecho el más importante de México. Ya he abundado en ellas, en anteriores ediciones, y no tiene caso repetir lo dicho. Lo único negativo de su organización es que ha resultado demasiado popular y en muchas funciones la demanda rebasó la oferta. Conseguir boletos se volvió todo un tema, y uno agradece tener una acreditación que finalmente prescindió de ellos.
No vi toda la competencia de largometrajes mexicanos entre otras razones, porque no estuve presente en los últimos días del festival. Sin embargo, lo visto me dejó la impresión de un año provechoso para el cine nacional, en el que brillaron algunas directoras, como ya se ha vuelto costumbre en el panorama mundial.
Los premios oficiales no me dejarán mentir. Tótem, segundo largometraje de Lila Avilés, ganó los tres principales: mejor película, mejor dirección y el premio del público, confirmando que se trata del título mexicano más premiado del año. Por su parte, Tatiana Huezo obtuvo merecidamente el premio a mejor documental, así como el premio del público en su categoría.
En orden de exhibición, la película que abrió el certamen fue Temporada de huracanes, sexto largometraje de Elisa Miller, adaptada de la celebrada novela homónima de Fernanda Melchor y que obtuvo justamente el premio a mejor guion. Como no la he leído ( mea culpa), no tengo preconcepciones sobre la adaptación de la misma. Pero me parece que Miller y la coguionista Daniela Gómez optaron por una estructura muy cinematográfica que nos ofrece cuatro puntos de vista diferentes de los mismos hechos, el cruel asesinato de una curandera travesti llamada La Bruja.
No estamos ante un Rashomon mexicano, pues las versiones no se contradicen sino se complementan. Situada en un entorno de explotación petrolera (¿Tabasco?), la película está permeada de un ambiente casi viscoso de sordidez y corrupción. Es evidente el salto cuántico en la dirección de Miller con relación a sus anteriores realizaciones, apoyada en todo momento por un reparto desconocido, pero persuasivo y la excepcional fotografía de María Secco.
Producida por Netflix, Temporada de huracanes tendrá un breve periodo de estreno en salas antes de exhibirse por la plataforma. Esperemos que el público acuda a éstas para poder apreciar sus enormes cualidades formales.
Otro título muy satisfactorio fue Valentina o la serenidad, segundo largometraje de la oaxaqueña Ángeles Cruz. La anécdota es sencilla: a la niña mixteca epónima (la prodigiosa Danae Ahuja Aparicio) se le muere el padre ahogado en un río. Al principio ella se niega a aceptar el hecho y cuando le cae el veinte, cae en una pena profunda.
Con una puesta en escena que sabe encontrar lo mágico en lo cotidiano, Cruz desarrolla su historia de una forma tan encantadora como su actriz protagónica. En ese sentido, el río se vuelve un personaje más de esta fábula sobre el duelo infantil y el poder del amor. Hablada tanto en español como en mixteco, la película se beneficia además de la inventiva música compuesta por Alejandra Hernández y Rubén Luengas.
Ya no me queda espacio para escribir sobre Tótem, la gran triunfadora, pero lo haré en días futuros, cuando se estrene comercialmente a fines de noviembre.
X: @walyder