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S

iempre elegante, con esa luz tan especial en la mirada, en el decir, en el andar, pero ante todo en el cantar, Magos Herrera llega una vez más a su tierra natal, con un nuevo álbum bajo el alma, Aire, y con un septeto de lujo que la acompañará en la presentación de este disco. La cita es el 4 de junio, a las 7 de la noche, en la Sala Nezahualcóyotl de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Magos Herrera sigue echando mano de diversos elementos y lenguajes para armar su discurso, aunque el jazz sigue siendo su punto de partida. Tal vez con más discreción que en otros tiempos, pero ahí siguen el deslizar de sus fraseos, la sensualidad reptante de su voz, los grandes jazzistas de su trío: Vinicius Gomes (guitarra), Benjamín García (contrabajo) y la siempre agradable solvencia de Alex Kautz en la batería, y ahora el cuarteto de cuerdas José White.

Me replanteaba los dóndes y los porqués de esta nueva propuesta. Los arreglos orquestales, a pesar de la excelencia formal, por momentos parecían marginar a la gramática jazzística. Lo volvimos a poner y, minutos después, nos enfrentamos a un feliz contubernio entre la música popular contemporánea y el jazz de estos tiempos mirando al sur.

Platicamos con ella.

–Mi primer apunte después de escuchar tu nuevo disco fue: Magos Herrera sentó a la belleza en sus piernas y juntas hilaron y tristearon un buen rato. Creo que Aire es muy bello, pero por momentos lo siento melancólico, un tanto tristón. ¿Tú qué opinas?

–Creo que la música toma su lugar en quien la escucha, como tiene que ser. Si tú así lo percibiste, está perfecto. En mi caso, creo que sin duda es un disco de celebración de la vida y, para mí, esa celebración puede tener muchos matices. Venimos de dos años y medio de pandemia, de una gran pérdida, de un gran drama de la humanidad, en el que vimos a ésta en toda su extensión.

“Y mi experiencia fue justamente darme cuenta de esa humanidad y de sentir una profunda gratitud por tener esta experiencia con todo lo que eso implica, lo frágil y la resiliencia y demás. Entonces, por un lado, es observar la belleza de nuestra humanidad; por otro lado, hay un poco de júbilo de celebrarla.

“Sin duda, Antonio, temas como Alfonsina y el mar, Samba em preludio están llenos de saudade. Pero el gesto general del álbum es una oda de gratitud de nuestra humanidad, y que puede tomar notas jubilosas o esta idea de saudade. Pero melancolía no en un tema así como tristón, sino más bien como un anhelo de lo perdido y que el alma busca rencontrarlo.

–Sé que los artistas en general hacen su obra sin preocuparse por las etiquetas. Pero sabemos también, con excepción de Cajuina, tu primer álbum, que toda tu carrera se ha centrado en el jazz, aunque echando mano de otros géneros, de otros lenguajes. Y veo que ahora estos enlaces se han multiplicado instrumentalmente, se diversifican. ¿Qué tan cerca o qué tan lejos te sientes ahora del jazz?

–Creo que no soy quien debería de decir eso. Considero que no tengo la autoridad para decir es jazz o no. Y sí, la perspectiva del creador es crear, más allá de definiciones. Lo que sí pienso es que en esta escena de Nueva York, donde me he desenvuelto en los pasados 15 años, la tendencia es esa; la tendencia es, aunque estés anclado en un lenguaje determinado, en este caso el jazz, que de ahí parto en el sentido de cómo fraseo, el tipo de músicos con los que me gusta colaborar, el tipo de arreglos; porque aunque claramente de orquesta de cámara, los arreglistas con los que colaboro viajan en estos tres mundos; son grandes jazzistas, grandes arreglistas de música de cámara, pero también son latinoamericanos y entienden emocionalmente las raíces de la música de donde parto.

“La forma en la que aproximo mi voz, definitivamente viene de la disciplina jazzística; usar la voz como instrumento; que en los arreglos no tienes una orquesta como papel tapiz, sino realmente hay una interacción y una conversación constante; hay improvisación, interplay. Entonces, más allá de la definición, sin duda es el lugar de donde parto, es el tipo de comunidad de la que me rodeo. Y me gusta contar historias. Hacia allá está gravitando el jazz, hacia este tipo de cruce de caminos. Es una inercia a la que está yendo hoy en día el jazz contemporáneo.”

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