E
l pasado de 19 de enero Alberto Zuckermann presentó, en la librería del Fondo de Cultura Económica, el libro El jazz en la Ciudad de México, 1960-1969, un hito mucho muy importante en la historiografía de la síncopa nacional, pues además de que Alberto ha sido protagonista y testigo presencial en todo este andamiaje, su decir periodístico es sencillo y elocuente, directo, y esto nos permite viajar sin escalas y saber qué sucedió con algunos pioneros de nuestro jazz.
Habría que apuntar también que Zuckermann es un pianista excelente, con carácter, de discursos sólidos y múltiples tonalidades, que lamentablemente no visita los escenarios con la frecuencia que todos quisiéramos (no entendemos por qué). Su pianística, su mística y sus conceptos han sido cosechados en tres discos: Solo Zuckermann (1997), Dúo-Trío (2001) y Zuckermann en vivo (2011).
Como diplomático, hace cuatro décadas, fue agregado cultural en Rumania, Hungría y Polonia; como escritor ha publicado cinco novelas; y como periodista y crítico de jazz ha colaborado en Excélsior, El Nacional, El Financiero, El Universal, Unomásuno y La Crónica. Su primer libro sobre jazz es: El jazz en el Palacio de Bellas Artes, editado por Conaculta y escrito al alimón con Susana Ostolaza ( La Jornada, 05/01/2015).
Regresemos a El jazz en la Ciudad de México, el libro que todos celebramos.
-Dices que aquélla fue la época dorada del jazz en México. ¿Tanto, tanto así?
Lo que pasa es que había bastantes lugares. Venían con más frecuencia músicos famosos extranjeros, y luego se quedaban por dos o tres semanas haciendo temporadas de dos funciones diarias. Ella Fitzgerald se llegó a quedar 15-20 días; Sarah Vaughn, Gene Krupa. En fin, todos esos músicos venían y se quedaban trabajando aquí.
-¿Y eso la hace la época dorada del jazz en México?
“No sólo eso. Había líderes indiscutibles: Chilo Morán, Leo Acosta, Tino Contreras. Todos eran figuras, salían en la televisión; y en papeles muy secundarios o con números pequeños, pero llegaron a salir hasta en las películas.
“estabas en la avenida Juárez, podías ir al Impala a oír dos grupos, a Luis Ocádiz y al Tamab Trío; y luego podías ir al tercer piso del hotel Alameda, ahí estaba Fred Tatman o alguno de los rabitos o Chilo Morán. Hasta en el Zócalo había un café que se llamaba El Cazador, donde tocaba un grupo de jazz de un pianista… Altamirano. Y había lugares como La Fusa, en la colonia Roma, que tenía dos grupos. Había una actividad frecuente y salieron los primeros discos de Chilo, de Tino, de Lemus. Estaba el Festival Nacional de Jazz que hacía José Luis Durán, que era de lunes a jueves, y eran maratones de cuatro o cinco horas.”
creo que en la actualidad la oferta jazzística es más nutrida, variada, propositiva. Sólo en Europa hay 42 jazzistas mexicanos en activo.
-Otra cosa. Tú eres una persona muy preparada, y en 80 o 90 por ciento del libro te concretas a consignar datos. Y tu opinión es importante. ¿No te quedaste con ganas de compartir esos juicios?
Probablemente sí, en algunas cosas me debí extender un poquito, pero en otras dí el dato tal cual, no hacerlo tan personal.
-Entre los principales músicos, anotas al trompetista Manolo Gómez; y habré de confesar mi ignorancia, yo no lo había escuchado.
“Manolo gómez fue muy activo, y no tanto porque fuera un gran trompetista, sino porque con él crecieron algunos músicos como Félix de la Mora, el baterista Juan Ramón Sordo. Trabajaba en el hotel Reforma, salía en programas con López Moctezuma y con Tomás Perrín. Además, ponía temas de jazz. Me atraía oírle Green Dolphin Street y todos los temas clásicos del jazz que tocaba.”
-En los ochenta fuiste agregado cultural en algunos países socialistas. ¿todavía se subvaloraba y se reprimía el jazz?
No, para nada. El único caso donde sí vi que no lo veían bien, era en Rumania.
La distribución del Fondo de Cultura Económica es excelente. Este libro es fácil de conseguir. Sigamos leyendo y conociendo nuestra historia. Luchando contra la desmemoria y el olvido.
Salud
amalacara@prodigy.net.mx