Crece la plaga de juececitos federales a las órdenes de grupúsculos animalistas fantasmas, convencidos de que prohibir las corridas de toros salvará al planeta de sus desventuras. Es el carcomido marco de lo que hemos denominado justicia payasa, esa que disfrazada de bufona embaucadora invoca respeto por los animales −en abstracto− sin respetar la inteligencia, ni propia ni ajena. Entre tanto, millones de seres humanos siguen clamando por el derecho humano a condiciones de vida menos siniestras, pero estos juececitos prefieren prohibir corridas sin que nadie los demande por daños y perjuicios.