Un malentendido se dirige con perversa intención, se recibe con pecho herido y se devuelve con la furia que puede pasar del romance a la tragedia en dos páginas de guion. De los relatos tradicionales de las historias oscuras de los viejos hacendados, el cine mexicano fue acomodando la tradición oral en lírica y fílmica para hablar de rancheros y enamorados, de maledicencias y muertos innecesarios. El empaque dramático ya era bastante, pero se volvió irresistible cuando se le puso música tradicional mexicana. Si bien gente como Serguei Eisenstein ya habían tratado el tema, sería un largometraje de 1936 el que provocaría la fascinación por esos relatos que encendían la cólera de los espectadores cuando se falseaba la verdad. Allá en el Rancho Grande rompió récords en México y Estados Unidos. La grandeza de la taquilla trajo lo obvio: la reiteración ganadora.