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“Somos una banda muy absurda; no buscamos tratar temas del mainstream”

Hernán Muleiro

Especial para La Jornada

Periódico La Jornada
Jueves 24 de agosto de 2023, p. 8

Más cerca de un menjunje que de un híbrido balanceado en cuidados porcentajes, una mezcla musical que en sus comienzos, en 2005, era considerada casi un autoboicot comercial (in)voluntario, Los Síquicos Litoraleños siempre ofrecieron un poquito más que sus contemporáneos. Actualmente los seudónimos de sus miembros son Sucianutria, Capitan Pixel, Cucumeza y Dr. Multiversal, quien compone muchas de las letras, canta, toca la guitarra y dio esta entrevista.

Saltarse el círculo de validación que sucedía en la Capital Federal era un hecho tan improbable, que 18 años después pueden ser tomados como referentes de los que buscan perseverar en lo extraño. Parte del periplo de este conjunto, que prefirió hacer su propio programa de radio a enviar su material a las estaciones, está contado en el documental Encandilan luces (2019), disponible en YouTube.

Fue durante el reinado de la cumbia villera, a la que los músicos de rock manifestaban su disgusto públicamente, que el concepto de los Síquicos surgió como una aparente falta de criterio que terminó por constituirse en una victoria, a pesar de que su estilo estaba fuera de los parámetros de una industria musical de por sí colapsada, y ni siquiera contaba con la aprobación de los vecinos del pueblo donde vivían. No existían ni existen tantos grupos que tomen para su ADN algo de la batea de ofertas de la cultura popular sin una intención irónica.

En julio de este año, Los Síquicos Litoraleños lanzaron en línea su nuevo epé, Crisis de hiperrealidad. Como en una ficción de Philip K. Dick, oficiaron un salto temporal entre ese 2005 posterior al crack político –durante el cual pasaron en Argentina cinco presidentes en 11 días– y la actualidad (lo hiperreal), un mundo en que las teorías conspiranoicas, entonces izadas por minorías virulentas, se posicionaron como fuerzas de la derecha extrema con protagonismo en la actualidad social y en la que la única salida parece ser, como ellos cantan en 2023, escaparse al universo de al lado.

Diccionario síquico

Hiperrealidad: la RAE la define como un realismo intenso o sumamente minucioso. Para Baudrillard, uno de los filósofos más influyentes en el desarrollo de este concepto, se trata de la simulación de algo que en realidad nunca existió.

Curuzú Cuatiá: es una ciudad argentina ubicada al sur de la provincia de Corrientes donde se formaron Los Síquicos Litoraleños. Su nombre, originalmente en guaraní, significa La posta de la cruz.

Chamamé: forma folclórica compuesta de música y danza, característica de Corrientes y el noroeste argentino, originada en el siglo XVI.

Tiahuanaco: estado boliviano preincaico. Descubrimientos de los años recientes lo ubican como la zona que tuvo mayor consumo de sustancias sicotrópicas en la región.

Algo que hoy sería vintage

“Comenzamos en 2005, era una banda de improvisación más que nada; veníamos de tocar música más estructurada, entonces con este grupo hacíamos jams, temas superlargos y no teníamos nombre. En algún momento, medio en chiste, empezamos una banda paralela al proyecto principal, dijimos: ‘hagamos una banda de chamamé tropical’. Ese proyecto paralelo era Los Síquicos Litoraleños, una división del principal con menos recursos, porque en el otro un chico tenía en su casa todos los equipos. No hacíamos chamamé tropical, estábamos haciendo ruido y luego le sumamos un elemento de cumbia y chamamé que no sabíamos tocar. Al principio grabábamos con un walkman y después con una compu armamos unos cedés que regalábamos. Luego con MySpace empezamos a hacernos más conocidos. Fue el fruto de mucho tiempo libre, horas y horas de probar cosas y boludear. Grabamos con tecnología que ahora sería vintage.”

Debut porteño

Agrega: “que nos dieran fechas era medio imposible, así que tocábamos en alguna calle o plaza de Curuzú Cuatiá. Nuestro debut fue en 2005 en el Festicumex, el festival organizado por Dick el Demasiado, entonces nos fuimos a tocar a Buenos Aires. Esa época la sentimos como algo anarquista y de apertura, porque en ese momento la cumbia no estaba bien vista por el rock y a la gente del under no le interesaba. Para nosotros, tocar esa música era algo provocador, aunque no sabíamos bien lo que estábamos haciendo. Después vino una camada muy for export y con más fórmula, menos arriesgada. Decir ‘me pongo a hacer chamamé’ era también algo para que se enojara la gente, y como era música que no sabíamos tocar, era aún más divertido. Para la generación de adolescentes del post punk en Inglaterra intentando hacer música jamaiquina era más o menos lo mismo, no sabes tocar ese estilo, lo querés lograr y te sale otra cosa”.

Foto

▲ Sumamos cumbia al chamamé; queríamos probar y divertirnos, señala Dr. Multiversal.Foto cortesía de la banda argentina

Manteniendo la ignorancia

Sostiene: “Nunca fuimos músicos de conservatorio, sino más bien de ‘mantengamos la ignorancia’. No sabemos hacerlo, pero ¿cómo sería hacerlo para nosotros? Desde Curuzú no lo pensamos mucho, pero meterte con el chamamé era igual a que te odiaran; el chamamé tropical era en algunos círculos otra herejía más, los tradicionalistas odiaban que le sumaran cumbia al chamamé. Lo que queríamos era probar y divertirnos”.

Cut-up, un sentido provisto por un azar aparente

Dr. Multiversal añade: “Hago bastantes letras y uso mucho cut-up, para que encajen en la música: a veces entra perfecto la estrofa y a veces no, entonces termino sacando material de otros temas y queda algo sin mucha relación, pero me doy cuenta de que van formando un estilo. Tenía una letra que habla de la hiperrealidad, quedó en el medio del tema El rumbo. No es algo conceptual: una parte tiene que ver con unas trufas mágicas que tomamos en Holanda, por supuesto con un nombre supercorporativo, Magic Truffels. Al universo de al lado tiene que ver con estar intoxicado en un antro y cambiar de universo mientras haces un pasito. En un momento empecé a encontrar sentidos que no sabía que existían”.

Viaje neerlandés

Cuenta: “hicimos varias giras por Europa, la primera fue en 2009. Fue algo casual, porque por MySpace nos empezaron a seguir de Worm, un centro cultural, y en un momento nos propusieron un streaming e hicimos uno falso porque no daba la conexión: fuimos a un parque y filmamos disfrazados, con los instrumentos completamente desafinados, porque habíamos perdido los nuestros y nos prestaron unos que eran una mierda. Dijimos ‘no le va a gustar a nadie’. Era folk totalmente desafinado y les gustó mucho. Eso desencadenó en que nos invitaran a tocar y nos pagaran todo. Viajar no fue una estrategia, pero eso mantuvo a la banda. Unos años después nos editaron un vinilo del sello Sham Palace, de Mark Porest, él nos vio en aquel streaming”.

Precisa: “la música autónoma de la región me parece muy flashera; es un lugar común occidental decir que es sicodélica. Tienen otra relación en cuanto a la tonalidad: para un oído fino occidentalizado, digamos, la música autóctona le va a parecer atonal o disonante, eso es lo que me gusta, y también los tonos altos de las voces de las cholitas en Cochabamba. Siempre especulé con que venía del uso de enteógenos en tiempos precolombinos, y hace unos años se descubrió que en el Tiahuanaco había DMT y cerró mi teoría; no sé si es totalmente cierto, pero me gusta. La música autóctona es superchiflada y el rock es más convencional, en otras culturas tenés música moderna que tiene un costado avant-garde y todo lo que es folclor se hace más normal”.

Un imaginario que se volvió mercado común

Dr. Multiversal concluye: “Muchos temas que trata la banda se convirtieron en mainstream. Por un lado, es un shock que eso haya pasado, por otra parte, cuando se convierten en mainstream se vuelven descartables. No buscamos tratar esos tópicos, somos una banda mayormente absurda, el sentido viene después”.

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