▲ Siempre en mi obra el mito del minotauro como laberinto del conocimiento, sostiene el artista zacatecano Alfonso López Monreal.Foto cortesía del pintor
U
no de los factores que incidieron en el desarrollo de la fiesta de los toros fue la pintura y ahora en su retroceso la ausencia de ésta. Del vistoso cartelismo de los siglos XIX y XX a la actual chabacanería seudocreativa en importantes ferias de España, estancadas la mayoría de las empresas en la fallida invitación a emocionarse mediante amontonadas cuanto lamentables fotografías de los alternantes.
El alucinado recibimiento en aquella casa-estudio-aquelarre empezó desde que su dueño nos pasó a una amplia sala con una angulada barra aún más amplia y un generoso cantinero que parecía traer la desalmada consigna de que nadie saliera sobrio de ese lugar, tapizado de cuadros del anfitrión y de otros pintores.
Lo que antes leí como ficción hoy lo releo como realidad, añade Alfonso López Monreal. Siempre en mi obra el mito del minotauro como laberinto del conocimiento o como poeta, según cada autor, y en mi caso el minotauro que sufre la muerte de su madre. Goya incorpora a la masa a su pintura, pero mucho de lo que pintó no lo vio, lo escuchó. Picasso empieza por un homenaje a Pepehillo.
“Sin importar el tema −prosigue−, el arte es imaginación, lo que se te queda. La pintura, el grabado y lo demás es una suma de momentos; no lo que pasó sino lo que recuerdo, suma de recuerdos, de realidades. La fotografía, en cambio, congela momentos. ¿Por qué la tauromaquia influyó en mi vida? Porque desde temprana edad empecé a convivir con toreros y ellos a verme como parte de su mundo. Ni yo sé mucho de toros ni ellos saben mayormente de pintura, pero existe un vínculo increíble de vida y de vivencias, de amistad, de música y poesía. A diario trabajar pintando y dibujando porque si no pierdes oficio y sitio, igualito que el torero que no entrena a diario, pierde sitio, desenvoltura y seguridad delante del toro.
“La manoseada por propios y extraños fiesta…
“Vuelvo a Goya −interrumpe sin agobio− porque es uno de los pintores que más me impactaron por su amplia perspectiva de la vida, incluida la tauromaquia, claro. El animalismo de hoy es un conservadurismo disfrazado, una imposición a la libertad y al arte. Los tres grandes del muralismo son José, Clemente y Orozco, con lo enormes que han sido los otros.
“En mi pintura hay mucho dibujo de búsqueda, de ahí lo rayado de las figuras, lo no académico, lo libre, hasta rayar, en ambos sentidos, en lo grafitero. Del dibujo surge todo. Son andamios. Mientras tomas nota, dibujas, para luego editar y darle un aspecto final. Pero ya no se sabe enseñar el valor de una técnica en pintura, ya no te dan armas para expresar tu interior. Ahora bien, la vocación se trae o no se trae, es un misterio que se logra identificar de manera natural antes que racional. Lo que la educación no propicie que se descubra naturalmente en cada individuo, ¡no sirve!
“Son tiempos −remata Poncho López− en que los que todavía pintamos y dibujamos estamos fuera del mainstream, de la tendencia o moda dominante, de la corriente inmediatista; es algo que me tiene preocupado y a la vez me vale madre. Pero ignorar lo fructífero del pasado es muy peligroso, es apostar por la vulgaridad, por el facilismo, lo superfluo, y además te lo quieren vender como continuación de lo anterior. En cualquier caso se va a desmoronar por inconsistente. Es un problema severo de nuestra época. Por ello hay que aferrarse a cosas sólidas que, desde luego, no tienen nada que ver con fundamentalismos. Se trata de nutrir un sentido sólido de libertad. Entre más vivo, trato de ser más honesto conmigo.”