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Lana del Rey fue deleite auditivo y visual en su encuentro con unos 120 mil de sus seguidores

Lana del Rey fue deleite auditivo y visual en su encuentro con unos 120 mil de sus seguidores

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▲ La cantante cautivó a los asistentes con sus temas A&W y Young and Beautiful, entre otros.Foto cortesía Ocesa / Liliana Estrada

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▲ Derrochó sensualidad entre varias escenografías, como un salón de maquillaje y un dormitorio secreto.Foto cortesía Ocesa / Liliana Estrada

Jorge Caballero

 

Periódico La Jornada
Jueves 17 de agosto de 2023, p. 9

Con pulcro atuendo de novia y sobre el escenario tableau vivants a lo Caravaggio, sucedido a secuencias de Peter Greenaway, Lana del Rey se filtró por la retina y los poros de la piel de los 120 mil asistentes para alojarse en un punto intermedio entre la dermis y la epidermis, entre el bulbo ocular y el lóbulo occipital, para atesorar / retener su voz, para que no se escapara a otro lado, y el arsenal de imágenes que regaló a sus fanáticos las noches del martes y miércoles en el Foro Sol de la Ciudad de México para que no se esfumaran, desvanecieran, y evocarlas a placer de cada uno de los presentes. Como si la novia en el escenario fuera el complemento visual / sonoro de todos quienes modularon sus canciones a lo largo de 240 minutos, divididos en dos partes.

El deleite visual comenzó desde la primera imagen en la pantalla detrás del escenario: Dios los bendiga, Ciudad de México. Las luces que iluminaban el coloso de concreto, plástico y hierro se apagaron; la jubilosa gritoniza inundó el espacio y las luces de los teléfonos aparecieron para abolir la momentánea penumbra. Después de la introducción sonora, la voz de terciopelo de Lana del Rey se dejó percibir con A&W y Young and Beautiful, cautivando de inmediato al público que se enfrentaba por vez primera en directo con ella y ratificando su calidad con sus seguidores de siempre.

Los conciertos de Del Rey transcurrieron a través de Bartender, Chemtrails Over the Country Club, The Grants y Hope is a Dangerous Thing. Recorriendo el escenario con sus cuatro bailarinas, entre varias escenografías, como un salón de maquillaje y un dormitorio secreto para mujeres, derrochó sensualidad, lo que puso al borde del desatino al respetable, que no se perdió ninguno de los pasos de la neoyorquina.

Evidentemente feliz, se dirigió a sus miles de fanáticos y les dijo: Para mí y mi familia, México tiene un lugar muy especial en nuestro corazón, porque las experiencias y conexiones siempre han sido inagotables. Palabras que, lógicamente, despertaron el regocijo del público, que celebró en todos los recovecos del Foro Sol.

Rindió homenaje a Tammy Wynette

Incluso se dio tiempo para homenajear a Tammy Wynette, interpretando el tema de la autoría de la cantante country Stand by Your Man; a partir de ahí, el concierto cambió, llegaron temas como Blue Jeans, Norman Fucking Rockwell –para cantarla se subió sobre el piano–, Arcadia, Ultraviolence, Cherry y su éxito más granado: Born to Died. Todo mundo feliz y contento, el concierto estaba en su punto neurálgico, pero lo mejor estaba por suceder.

Como pocas, Lana del Rey bajó del escenario a departir con sus fanáticos, con los aferrados de la primera fila. Se tomó selfis, se dejó dar kikos por varios seguidores, recibió flores, un par de peluches del doctor Simi, y, por supuesto, una bandera de México, mientras la cámara seguía a la neoyorquina en su incursión.

Ya de vuelta al escenario, y después de agradecer, salió del guion, pues no tuvo salida en falso, el encore, ese amague de todos los músicos que dejan el proscenio para que retumbe en el lugar el grito de ¡Otra!, ¡otra!, ¡otra!, y regresen a cantar dos o tres temas más: Esta canción no está en la lista… no me acuerdo de ella, pero si ustedes me ayudan yo canto la parte que sé, y llegó Cinnamon Girl, Get Free y un par más.

Del Rey provocó con su elevado canto y sofisticadas coreografías en ese par de noches inolvidables, que una porción del universo estuviera activa en esos precisos momentos. Mientras los astros que circundaban a la Tierra no pudieron atestiguar los resplandecientes conciertos en la Ciudad de México, porque el cielo los ocultó con espesas nubes a punto de lluvia, reservándoles el derecho de admisión. Mientras, el Sol dormía en China.

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